viernes

Coleccionista


Todos los millonarios desconocen lo que tienen, incluso mi padre. También yo, que no toleraba ignorar los dominios que luego me pertenecerían.
En la mañana de pascua papá y yo salimos a cazar en uno de nuestros campos (hoy lo escribo y me lleno de miedo). La Esperanza tenía miles de hectáreas. El bosque estuvo incluido en la compra.
A causa del frío nos vimos obligados a golpear la puerta de aquella cabaña abandonada. La puerta entreabierta invitaba a pasar. Sobrevino el horror.
Sobre la chimenea, de un gancho de cocina, colgaban manos, manos humanas, secas, viejas, sin sangre, algo agusanadas. En la habitación siguiente, posiblemente una cocina, el olor nauseabundo era espantoso; sus paredes estaban recubiertas de manos. El baño atroz: dentro de la bañera había manos de niños, niñas, y fetos. La alcoba principal estaba dedicada a manos de mujeres.
Un gemido nos guió hasta el sótano. Allí, un hombre, llorando, sangrando, habiendo mutilado su mano derecha con un hacha, nos pedía auxilio.

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